Entre sus principales ventajas se encuentran: la reducción de mano de obra, la disminución de los plazos de fabricación y construcción, la baja o nula generación de residuos, la versatilidad en el diseño y la reducción de la huella de carbono. Aunque esta técnica está ganando popularidad en la actualidad, sus orígenes se remontan a la década de 1940, cuando el inventor William E. Urschel creó el primer edificio de hormigón impreso en 3D detrás de un pequeño almacén en Indiana, Estados Unidos.

Hoy en día, existen varias iniciativas recientes que están prototipando proyectos para evaluar la viabilidad de construir a gran escala utilizando esta técnica. Entre las principales destacan las impulsadas por el CTEC (Centro Tecnológico para la Innovación en la Construcción) y la Universidad del Biobío, a través del CITEC (Centro de Investigación en Tecnologías de la Construcción), que cuentan con la impresora 3D más grande de Latinoamérica, ubicada en nuestra ciudad.

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